jueves, 28 de mayo de 2009

Hay cosas que no se valen.

Uno de los objetivos de este blog es el de denunciar cualquier acción social, política, deportiva y de cualquier naturaleza que nos haga decir “Hazme el chingao favor”
Es por eso, que una de las noticias de los últimos días merecedora de comentarla en este blog, no sólo por el alto grado de indignación que genera sino por todo lo que implica, es el caso de Aung San Suu Kyi, activista de los derechos humanos y la democracia en Birmania, ganadora del Premio Nobel de la Paz en 1991 y quien ha pasado últimos 18 años en algún tipo de arresto, siendo el ultimo el arresto domiciliario.
La semana pasado, justo a dos semanas de su liberación, la junta militar de Birmania, que gobierna desde hace mas de 20 años, decidió mandarla a juicio nuevamente argumentando la violación de las condiciones de su arresto.
La historia de Suu Kyi es una verdadera historia de inspiración, pero también de sufrimiento. Seguidora de los ejemplos de Gandhi o de Nelson Mandela, Suu Kyi regresó a Birmania en 1988, al darse el golpe de estado que puso a la junta militar que hoy esta juzgando a Suu Kyi al mando. La misma junta militar que prometió elecciones en 1990, en las cuales participó Suu Kyi como candidata de La Liga Nacional para la Democracia. Elecciones ganadas por Suu Kyi – por mayoría aplastante cabe mencionar – y cuya victoria no fue reconocida por la junta militar, sino más bien todo lo contrario: decidieron ponerla en arresto domiciliario. Al parecer la junta militar consideraba la influencia de Suu Kyi como una amenaza.
Hoy, la historia se repite y Suu Kyi esta siendo juzgada por alguna artimaña de la junta militar birmana, debido a esa amenaza latente, más porque en 2010 se celebrarán elecciones nuevamente y no quieren que Suu Kyi esté presente.
Esperemos que la comunidad internacional actúe ante esta situación que es realmente una abominación para cualquiera que crea que las cosas pueden cambiar y mejorar por las buenas.
A Suu Kyi se le ofrecieron varias oportunidades de acabar con el arresto domiciliario y poder salir del país, con lo cual podría reunirse con su esposo e hijos, pero ella nunca aceptó a sabiendas que si salía de Birmania no podría regresar después. Así fue como pasó 18 años, sin poder ver a sus hijos ni estar en el lecho de muerte de su marido. Suu Kyi es un ejemplo a seguir y anhelamos el día en que logré recoger los frutos de su cosecha.

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