miércoles, 2 de septiembre de 2009

La OEA agacha la cabeza

No duden que en algunos centros de investigación, think thanks, universidades y – sobre todo – algunos analistas y críticos, se encuentran escribiendo, en estos mismos momentos, ensayos, artículos y notas referentes a la Organización de los Estados Americanos (OEA) y las deficiencias que ha mostrado en el año que corre ante las diferentes situaciones críticas que afectan a la región.
La OEA, que presume tener una historia de más de 100 años, tiene como objetivos principales afianzar la paz y la seguridad del continente, promover y consolidar la democracia representativa dentro del respeto al principio de no intervención y alcanzar una limitación de armamentos convencionales, entre varios más. Objetivos que se han visto quebrantados más de una vez durante los últimos 3 años. Desde amenazas de guerra entre países vecinos como lo son Colombia y Ecuador, la compra ilimitada de armas por parte de Venezuela o Bolivia y la ruptura democrática en más de un país de la región, han expuesto la debilidad más grande de la OEA: su incapacidad de influir en los temas de la región.
Honduras fue la gota que derramó el vaso, el cual se llenó todos estos años gracias a su no intervención en la región. Quizá esto se deba al apego que tiene con sus principios – aunque ahí necesitaríamos una explicación de por qué no exige el respeto a la carta democrática en varios de los países latinoamericanos – o al simple hecho de que en sus oficinas generales en Washington D.C. no tienen un telescopio tan grande como para darle seguimiento a lo que pasa por allá en el sur. Chance y hasta ya se les olvidó cómo hablar el español. Puede que sea la falta de liderazgo del Secretario General, José Miguel Insulza, o el candado político que existe en algunos de los asientos de la misma junta general de la OEA, impuesto por ciertos países regionales con tendencias muy marcadas.
Sea cual sea la razón, la OEA ha demostrado ser uno más de los organismos internacionales lleno de buenas intenciones pero que a la hora de las resoluciones y la decisión de las soluciones, se hace caso omiso de sus opiniones – ¿recuerdan que pasó con la ONU cuando E.E.U.U. decidió atacar Afganistán?
Así es cómo la misión de la OEA en Honduras de la semana pasada, liderada por José Miguel Insulza y recibida por el presidente interino Michelletti, regresó con la cabeza gacha tras no lograr ningún tipo de acuerdo con el gobierno actual del país centro americano. Claro, que no podía haber sucedido de otra manera si la propuesta que llevaban ya había sido categóricamente rechazada por Michelletti y su gente. Eso es lo que pasa cuando un organismo internacional está sustentado en palabra y no en acciones. La OEA habla de negociación, pero (al igual que el gobierno actual de Honduras) no cede en ninguno de los puntos.
No sé cómo espera la OEA influir en el rumbo de la región, si la región no le tiene ningún respeto. La OEA ni siquiera posee buenos mecanismos para ejercer presión y un buen ejemplo es Cuba, un país que ha subsistido sin el apoyo de la OEA ni de varios países más, así cuando Honduras declara que no necesita el apoyo de nadie lo dice porque ya ha quedado demostrado que se puede sobrevivir más de 50 años de esa manera.
Como ya se dijo, la intención de la OEA es buena pero insuficiente, habrá que replantear la misión de este organismo y decidir de una vez si lo dejamos como decoración o si lo hacemos algo realmente funcional para la región.

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